Desde que los naturalistas se interesan por la geología del macizo del Monte Perdido, desde Ramond de Carbonnieres en el siglo XVIII hasta los geólogos contemporáneos, todos reconocen que los parajes de tan amplio conjunto ofrecen una maravillosa y exhaustiva lectura de la historia de nuestro planeta, de la orogénesis de los Pirineos, de la acción durante los períodos glaciares y de la erosión de los últimos tiempos. La evocación de los circos, de las planicies, las estratificaciones de Gavarnie, los extraños e impresionantes pliegues y las fallas de Ordesa hicieron exclamar al eminente geógrafo Schrader: _componen un inmenso poema geológico_. Lo que nos permite despertar toda suerte de curiosidad.
 
pulse para ampliar
     
Tal conjunto paisajístico, de sedimentos distintos, de contrastes climáticos, ha permitido la acogida de abundante flora, desde las plantas más mediterráneas hasta las heredadas de los períodos glaciares, que hoy se mantienen gracias al rigor climático efecto de la altitud. Entre dicha gama coloreada de flores, algunas ya, a través del tiempo, convertidas en endémicas de los Pirineos por su delicada rareza, legitimizan la rigurosa protección de que se benefician.
 
pulse para ampliar
 
 
     
pulse para ampliar  
Entre más de cien endémicas pirenaicas, cabe destacar la elegante gracia de la corona de rey, la discreta pero elegante androsacea cilíndrica, que esconde su fragilidad en la altitud calcárea y la delicada y compleja silueta de la azucena de los Pirineos junto a ellas otras que, si bien no son pirenáicas en exclusiva, tal la oreja de oso, su nombre científico: Ramondia pyrenaica, constituye un homenaje al ilustre naturalista y escritor que exploró nuestras montañas en el siglo XVIII.
     
pulse para ampliar  
También resulta conveniente -pese a lo forzosamente sumario de nuestro recuerdo en tan modesta exposición, como el presente-, recordar el aspecto "temerario" de los pinos de San Nicolás de Bujaruelo, capaces de fijarse y prosperar en lo más alto de las crestas, resistiendo las rudas condiciones que les ofrece la intemperi.

La perdiz blanca, el buitre leonado, el misterioso quebrantahuesos, el sarrio o rebeco de los Pirineos, las introducidas y prósperas marmotas, todos los típicos habitantes de la altitud, son actualmente numerosos en el macizo del Monte Perdido, gracias a la vigilante custodia de los Parques Nacionales y otros organismos de protección.
 
 
     
La cabra montesa del Pirineo o "bucardo" es una estirpe que todavía subsiste, si bien en escaso número, refugiada en el cañón de Ordesa. El fue víctima de salvaje persecución. En la actualidad se considera un animal muy raro amenazado de extinción. Se beneficia no obstante de todas las atenciones que el Parque Nacional de Ordesa pueda prestarle. Esperamos que los esfuerzos considerables emprendidos se vean coronados por el éxito y que, transcurridas un par de décadas, la estirpe pirenaica de cabra montés hispana haya resurgido de su precaria situación.
 
pulse para ampliar